“Me dediqué en un 100% al rol de cuidadora”

Hace seis meses, al marido de Angélica Guerra le diagnosticaron un tumor cerebral. Desde entonces, ella se ha enfocado en cuidarlo y acompañarlo. “Lo único que quiero es que tenga la mejor calidad de vida posible”, dice.

Angélica Guerra está casada y tiene dos hijos, de 17 y 12 años. Vive con su familia en Curicó, y en la sede del instituto AIEP de esa ciudad tiene el cargo de jefa administrativa. Sin embargo, hace seis meses la vida en su casa dio un vuelco y debió hacer un largo paréntesis en su trabajo.

En noviembre del año pasado, iba en auto junto a su marido. Ramón conducía, pero de un momento a otro, recuerda Angélica, “él se quedó en blanco, no sabía quién era, me miraba y no me reconocía, trataba de hablarme y no podía. Manejó dos cuadras por inercia, hasta que tomé el freno de mano y nos detuvimos”.

En Curicó le dijeron que Ramón tenía un tumor cerebral que afectaba su memoria y psicomotricidad. Luego, decidió acudir a FALP –ya que su familia cuenta con el Convenio Oncológico Fondo Solidario-, donde los especialistas precisaron que se trataba de un tipo de tumor agresivo llamado glioblastoma. Desde entonces, el marido de Angélica ha pasado por dos cirugías, se sometió a tratamientos de quimioterapia y radioterapia, y asiste a controles con distintos especialistas, lo que les ha significado a ambos viajar mucho a Santiago. En este tiempo, también, Ramón ha tenido altos y bajos.

“Yo dejé todo de lado; me dediqué en un 100% al rol de cuidadora y a destinar la vida a él. Al principio había que ayudarlo con todo, darle la comida, sus remedios, no podía caminar. Había días en que no nos conocía o se confundía con el pasado, y tratábamos de acomodarnos a la situación para que no se alterara”, cuenta.

En el inicio del proceso, Angélica notó que su esposo estaba muy decaído, por lo que llegó a la psico-oncóloga de FALP Paola San Martín en busca de apoyo profesional: “Nos ha ayudado muchísimo a todos, porque esta situación afecta a la familia completa. Incluso los niños hablaron con ella”. Hoy, comenta, Ramón está más animado y también se maneja de manera más independiente. “Está volviendo de a poco a hacer una vida un poco más normal, tiene la función de dueño de casa, le dejo obligaciones como hacer las camas, aseo o ayudarme con el almuerzo. Y yo pude regresar al trabajo”.

Una amplia red de parientes y amigos le ha ofrecido ayuda a Angélica a lo largo de todo este proceso -su madre ha sido un apoyo fundamental-, y ella se siente afortunada por eso. Sin embargo, no piensa en descansar: “Asumí el rol de cuidadora con toda mi fuerza porque amo a mi esposo. Me he focalizado en acompañarlo. Lo único que quiero es que él no sufra, que tenga la mejor calidad de vida posible”.

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