“Hoy tengo la oportunidad de vivir mejor que antes”

Sandra Rojas cuenta que haber pasado por un cáncer de mama le enseñó a ser más libre y a darse el tiempo para hacer las cosas que quiere.

Las profesoras de matemáticas muchas veces cargan con el estigma de ser serias y estrictas. Sandra Rojas es consciente de esa imagen, pero no calza con ella. “No soy un ogro, mantengo el orden en buenos términos”, aclara esta educadora, que trabaja en un colegio y tiene su propio preuniversitario, donde prepara a más de 50 alumnos para la PDT (ex PSU). Y ya fuera de ese rol, un sello de Sandra son el relajo, las risas y las bromas.

Hace cinco años, sin embargo, el cáncer de mama hizo que en un momento todo fuera muy distinto. “Me lo lloré todo”, con esa. Lo peor no fue el diagnóstico. Como tenía el Convenio Oncológico Fondo Solidario decidió inmediatamente que se atendería en FALP y pensó que con una cirugía estaría todo solucionado. La mayor angustia vino cuando, después de operarse, le dijeron que debía completar su tratamiento con quimioterapia.

“Yo soy insulinodependiente, llevaba 40 años inyectándome 4 o 5 veces al día, y con altos y bajos en mi salud producto de la diabetes. Entonces me negué. Mi razonamiento era que con la diabetes no iba a resistir. Cómo iba a entregar a la quimioterapia un cuerpo que había cuidado tanto”, cuenta.

Esa rebeldía duró hasta una noche de invierno en que se encontraba sola, sin luz ni calefacción y con su celular sin batería, llorando a gritos: “Ahí sentí el golpe y dije ‘que sea lo que el universo quiere de mí’. Asumí, me resigné y empecé el tratamiento”.

Inició así una larga quimioterapia, proceso en el que su apoyo fundamental fueron sus padres. Se sintió muy mal y la diabetes le dio muchos problemas, pero la sorpresa para ella fue que también pudo disfrutar.

“Había decidido que no me iba a ver demacrada. Una apoderada me regaló una peluca, que era del mismo color de mi pelo, y yo me compré 7 más, todas de distinto estilo. Cuando me las ponía tomaba la actitud de un personaje de acuerdo con cada peluca. Lo pasé súper bien porque era distinta todos los días. El conserje me miraba salir y se reía, jaja. Antes yo decía ‘qué ganas de cambiar, me cortaría el pelo, me teñiría’, pero no me atrevía porque las profes somos compuestas”, confiesa.

Hoy, el cáncer está atrás, pero Sandra conserva las lecciones que le dio la enfermedad. Ahora, dice, es más valiente y también más libre.

“Fue una época en que me atreví a hacer cosas. Me inscribí en cursos de baile, en Pilates, en todos los talleres terapias complementarias de FALP, creé talleres de relajación o autoestima en el preuniversitario… ¡Fui a un recital de Chayanne y pude gritar! Mis amigas se morían de vergüenza y yo les decía ‘da lo mismo, puedo hacer lo que quiera’. El cáncer cambia tu postura frente a la vida para siempre. Hoy tengo la oportunidad de seguir viviendo, y de vivir mejor que antes”.

Sandra con su peluca estilo Rockero

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