Una enfermedad silenciosa que exige atención ultra especializada

Sus síntomas suelen confundirse con problemas digestivos, llevando, usualmente, a un diagnóstico tardío, en etapas avanzadas. Por ello, se requiere de cirugías de gran envergadura y alta complejidad para su exitoso tratamiento.

Dr. Nicanor Barrena Medel,
cirujano oncoginecológico
de FALP.

En nuestro país, así como en muchos otros, la atención suele ponerse, en cuanto a cánceres ginecológicos se refiere, sobre los tumores del cuello uterino, debido a su mayor frecuencia y la posibilidad de detectarlos cuando aún son lesiones premalignas, existiendo campañas para su prevención y diagnóstico precoz. En la vereda opuesta está el cáncer de ovario, una neoplasia del aparato reproductor femenino de perfil mucho más bajo y que cuesta encontrar a tiempo.

El próximo 8 de mayo se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Ovario que, justamente, busca dar visibilidad a esta patología. “Si bien es cierto, no es el cáncer ginecológico más frecuente, sí es el más letal, ya que tiene la tasa de supervivencia es más baja en proporción al número de casos”, describe el Dr. Nicanor Barrena Medel, cirujano oncoginecológico de FALP, especialista en cáncer de ovario.

Según explica, uno de los principales problemas radica en que sólo en un 25% de las pacientes el tumor se diagnostica cuando aún está confinado al ovario y/o la trompa de Falopio, mientras que en el resto de los casos ya se extendió a otros órganos de la pelvis y el abdomen.

Una de las razones que contribuye a esto es la presencia de síntomas que se confunden con los de otras enfermedades, especialmente de la esfera digestiva, como dolor y distensión (hinchazón) abdominal, dolor pélvico, sensación de saciedad precoz con las comidas y, menos frecuentemente,

constipación (estitiquez), náuseas y vómitos, entre otros.

“Muchas veces las pacientes con cáncer de ovario transitan de médico en médico o se autodiagnostican con alguna condición intestinal benigna, como colon irritable, hasta que finalmente alguien hace el diagnóstico certero. Frecuentemente se escucha decir que el cáncer de ovario es muy malo porque no da síntomas, y eso no es cierto. La gran mayoría de las pacientes tiene síntomas, lo que pasa es que son inespecíficos. Por eso, la recomendación es que cualquier mujer con molestias abdominales que son persistentes pese a un tratamiento adecuado, que aumentan progresivamente en intensidad y frecuencia, y/o que se inician a una edad inhabitual —por ejemplo, empezar con señales de colon irritable a los 60 años cuando nunca antes se ha sufrido de esto— debe tener una evaluación ginecológica”, afirma el especialista.

El otro gran obstáculo para encontrar oportunamente estos tumores es que no existe una forma de diagnóstico precoz o de tamizaje, como hay para otros cánceres: “Se han intentado varias estrategias, como ecografías transvaginales en forma seriada o exámenes de sangre, como la medición de la proteína CA-125, que en presencia de cáncer ovárico puede elevarse, pero ninguna, por sí sola o en combinación, ha demostrado fehacientemente poder llegar a un diagnóstico precoz que impacte en la mortalidad por esta enfermedad”.

No obstante, el Dr. Barrena Medel explica que, debido a una mayor y más acabada comprensión actual de esta patología, hoy se sabe que un porcentaje significativo de estos tumores se genera en la trompa de Falopio. “Ahí se empiezan a producir cambios internos que a lo largo del tiempo finalmente pueden desembocar en un cáncer de ovario. El problema es que la trompa es un lugar poco accesible para tomar muestras e identificar que eso está ocurriendo. Por lo tanto, recientemente se ha propuesto un enfoque más bien preventivo, como es la sugerencia de que una mujer aproveche de extirpar sus trompas de Falopio si es sometida a una cirugía ginecológica benigna —extraer el útero por miomas, por ejemplo— o si se realiza un método de esterilización quirúrgica como, justamente, ligar sus trompas”.

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