Las posibilidades para la mayoría de los tipos de cáncer aumentan a medida que se envejece por al menos dos razones. En primer lugar, hay una mayor exposición acumulativa a los factores que afectan el ADN: la exposición solar, la radiación, las toxinas ambientales y los subproductos nocivos del metabolismo. Los distintos sistemas de mantenimiento —como el sistema inmune—, que ayudan a los tejidos a estar sanos, empiezan a deteriorarse con la edad.
En segundo lugar, las células más viejas son más vulnerables a ese daño o menos capaces de repararse a sí mismas. La mayoría de las células envejecidas desarrollan cambios genómicos que las hacen más susceptibles a los carcinógenos en el ambiente.